sábado, 15 de abril de 2017

Pensamiento Económico de John Stuart Mill

Pensamiento Económico de John Stuart Mill





John Stuart Mill nace en el año 1806 en Inglaterra y murió en el año 1873 en Francia, tras convertirse en filósofo, político y economista. Es hijo del famoso economista James Mill y es frecuentemente considerado como el último de los clásicos. Al igual que su padre, intentó compatibilizar la teoría del valor-trabajo con algunas posiciones críticas.

Es inusual conseguir figuras eminentes en la vida intelectual de quienes no se halle tanta información sobre su carácter y personalidad. Por supuesto, cualquier biografía sobre su vida daría luces en cuanto a su vida y despertaría el interés psicológico que muchos tienen de él y sus obras y ensayos más relevantes. El mayor obstáculo que impide el estudio del autor, deriva de la redacción de una autobiografía, que en parte suprimió o distorsionó características significativas de su vida. Está claro que el orden que le da a los escritos de su autobiografía, sólo apuntan a lograr ciertos efectos en el lector.

La teoría del valor-trabajo que plantea Mill parte de la economía heterodoxa definida por ‘institución – historia – estructura social’ en la que se considera que el valor de un bien o servicio está determinado por la cantidad de trabajo necesario para producirlo, en lugar de por la utilidad que le encuentre el propietario. En esa época, teorías como esta, estaban asociadas a las teorías clásicas de Adam Smith o David Ricardo.

Smith y Ricardo sólo consideraban los costos – trabajo, partiendo del supuesto implícito de que ese trabajo era de igual productividad en un mismo país y por ello las horas – trabajo eran homogéneas e intercambiables. Ricardo establecía que eso sólo tenía validez en el interior de cada país, en donde las tasas de los salarios y las cuotas de beneficios tendían a la unificación a muy corto plazo, dada la alta movilidad de la mano y obra y del capital. Sin embargo, esta nivelación de las remuneraciones no se producía entre países por la ausencia o escasa movilidad extra-fronteras. De acuerdo al criterio de este autor, en materia comercial existen dos principios diferentes: uno aplicable al intercambio interno y otro al intercambio externo. El interno se realiza entre artículos producidos por aquellos lugares donde sus costos son más bajos (en términos de trabajo) y la proporción en que se cambia la mercancía está regida por los costos medios en  días – trabajo.

Está teoría de costos comparativos, con base a la diferencia de la movilidad interna y externa de los factores, fue recogida por John Stuart Mill y con su apoyo realizó su mayor contribución al comercio internacional demostrando que a cualquier país, no obstante que produzca dos o más mercancías con mayor eficacia respecto a otro u otros países, le conviene intercambiar éstos a condición de que aquél se reserve la producción de la que obtenga la ventaja mayor y éste importe del otro país la mercancía que produzca con la ventaja menor.

Esta política comercial es la que contribuye a la teoría del comercio internacional que coronó esta corriente de pensamiento. Definiendo los factores o fuerzas que determinan la relación real de intercambio entre los países, Mill toma como punto de partida cuánta producción deriva de determinada cantidad de trabajo, en vez de cuántos días de trabajo se necesita para producir determinada cantidad de producto. Este enfoque permite estimar la producción dada una cantidad determinada de trabajo para fijar su atención en la cantidad de producción obtenida de cada mercancía dentro de cada país, a fin de comparar las productividades respectivas.

Más allá de este enfoque, Mill escribe un libro titulado “Sobre la libertad” que posteriormente se transformó en una fuente de Liberalismo donde expone el principio absoluto que debería gobernar las relaciones entre la Sociedad y sus miembros: la no intervención de la autoridad por la soberanía propia de las personas. El economista plantea que el Estado como ente detentador del poder sólo puede aconsejar, advertir e incluso suplicar, pero en ningún caso obligar a alguien a hacer o dejar de hacer algo por su propio bien, proyectando la mayoría de los actos sociales en los que podría darse este caso, a situaciones económicas.

Mill se convierte a partir de este libro en un férreo defensor del Laissez Faire “Dejar hacer”; él establece que cuando el Estado interviene, en general lo hace tarde o lo hace mal. John Mill no se caracterizaba por ser dogmático y con el paso del tiempo fue introduciendo una serie de excepciones a su doctrina de la no intervención del Estado en el campo económico. De este modo, plantea que una vez que el Estado cumple su función de vigilante, los detentadores del poder podían ayudar a mejorar el bienestar material de la población, directa o indirectamente.

La reducción de las horas de trabajo se presenta como una de las excepciones más famosas que hacen referencia a esta teoría del Laissez Faire. Mill siguiendo la costumbre legislativa, determina que la única forma de acortar la jornada laboral era por ley, debido a que para lograrlo necesitaba que todos los trabajadores se organizaran, situación bastante improbable para la cotidianeidad laboral. En esta época en que la Revolución Industrial estaba en pleno auge, los horarios de trabajo duraban más de dieciséis horas diarias.

John Stuart Mill resulta para muchos intelectuales de la época, bastante incongruente en sus postulados, pero con el tiempo, sus ideas se fueron adoptando como leyes en otros países. Por esta razón el Laissez Faire debía ser la regla y cualquier desviación del mismo debía hacerse sólo cuando no quedara alternativa. Hoy en día se considera que su aporte económico al mundo, no está lejos del principio de subsidiaridad (un asunto debe ser resuelto por la autoridad más próxima al objeto del problema.

Este autor, una vez que introdujo sus excepciones, comenzó a afirmar la dicotomía entre las leyes. Las leyes económicas de producción eran gobernadas por leyes inmutables que se debían acatar; las leyes sociales de la distribución dependen casi por entero de la voluntad de cada uno y de las instituciones humanas, que a su vez son producto de valores, costumbres, filosofías y gustos cambiantes.

Ensayo realizado por Marian Barba
de la Escuela de Estudios Internacionales de la UCV
para la Cátedra Economía y Política Fiscal
dictada por el Prof.  Luis López

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