martes, 11 de abril de 2017

Pensamiento Económico de Luis Ortiz (Arbitrismo)

El Pensamiento Económico de Luis Ortiz

Luis Ortiz se desempeñó como Contador y Consejero Real de Hacienda de Castilla durante el reinado de Felipe II, publicó su obra en 1558: Memorial al Rey para que no salgan dineros de España, fue la figura más destacada de todos los analistas españoles del siglo XVI, tal vez el primer mercantilista y economista político español.  Su obra puede estudiarse en torno a 4 principales tópicos:  Importancia del Trabajo de Manufactura sobre las Materias Primas, Control de Mar Mediterráneo, Procurar la Baja de los Precios, Evitar el Alzamiento de los Mercaderes y la Carestía de Pan.

Diagnóstica la situación económica de España, proponiendo una novedosa y lúcida doctrina acerca de la balanza de pagos. Explicaba que la debilidad económica del Reino residía en su incapacidad para retener los metales preciosos procedentes de América, motivado a la ausencia de sectores productivos competentes localmente, lo cual obligaba a exportar materias primas (lana, cueros, hierro, seda, etc.) y a importar manufacturas, de tal manera que los metales huían y el país se empobrecía.

La solución que proponía pasaba, en primer lugar, por prohibir o reducir drásticamente las exportaciones de materia prima, y evitar o penalizar fuertemente las importaciones de manufacturas.  Planteaba que era absolutamente necesario revalorizar el trabajo, creando una cultura del trabajo en los ciudadanos, puesto que en la legislación y en la mentalidad de los españoles los trabajos mecánicos o artesanales eran rechazados por deshonrosos. Todo el mundo debía ponerse a trabajar y aprender un oficio, pues esos constituían los verdaderos tesoros.

Analizó los problemas monetarios de España y estudió soluciones para resolver las situaciones creadas en el país a causa de la tendencia a exportar materias primas e importar manufacturas pagadas con las reservas de oro americano. Entre las principales medidas que proponía se hallaba la retirada de todo tipo de ocio, la introducción de trabajo y la elaboración de productos manufacturados en vez de exportar únicamente las materias primas, así como la supresión de las aduanas existentes entre los diversos reinos hispanos, la desamortización de los bienes de la iglesia y una reforma fiscal.

Del déficit de la balanza no sólo eran responsables los excesos de las importaciones sobre las exportaciones, sino determinadas partidas del presupuesto del Estado: los intereses que se pagaban a los banqueros extranjeros del rey, es decir, el endeudamiento crediticio con el exterior, las sumas remitidas a la Iglesia de Roma en concepto de impuestos eclesiásticos, los monopolios que la Hacienda Real había cedido a extranjeros, por consiguiente, era obligado disminuir cualquiera de estos gastos.

Además de las medidas anteriores, proponía fomentar la producción interior, la riqueza agrícola y forestal, reforestación de los montes por una parte;  y por la otra, la mejora de los canales y vías navegables fluviales para facilitar y abaratar el comercio interior dentro el Reino.

A juicio de Ortiz, el mantenimiento y la retención de metales preciosos que se conseguiría con esas medidas, pudiese evitar el aumento de los precios.  Explicaba además, que entre las causas de la revolución de los precios se encontraban: las excesivas reexportaciones a Indias de productos manufacturados, la especulación con la escasez de las oligarquías urbanas y la deficiente organización (sistema de transportes, proliferación de aduanas interiores y política fiscal hostil a los intercambios) del comercio español.

Sus recetas para remediar estos males además incluyen reforma de la marina de guerra para proteger el comercio exterior, reforma de la moneda y el sistema impositivo, y creación de un tesoro de guerra.

Propuso aumentar la  productividad, fomentar el crecimiento demográfico, extender los regadíos e iniciar una repoblación forestal. Fue consciente del problema derivado de las remesas de oro y plata que llegaban de América y propuso restringir la expansión monetaria y desincentivar el consumo. Consideraba que para lograr el descenso de los precios, debía conservarse el oro en Castilla .

Para que no se alcen los Mercaderes, proponía que los cambios y personas que se alzaren con haciendas ajenas, además de ser condenadas por las penas previstas para las faltas en que incurrían, queden tan inhabilitados como los condenados por la Santa Inquisición, con prohibición de vestir de seda y andar a caballo, tanto el penado como sus familiares, y con posibilidad de gozar a futuro de cualquier honra.

Con esta medida pretendía que ninguno se aproveche más de lo que buenamente pudiere y que todos se preparen en artes y oficios, empleándose en cosas provechosas a la república y no en las actividades que para el momento ejecutaban y que tanto daño causaban.

Con respecto a la carestía del pan, que causa hambruna y otros trabajos innumerables, pues es el principal mantenimiento de la vida humana, proponía que se almacenara el trigo para los momentos de abundancia por parte de la República, de modo que en tiempos de escasez no se viera la población afectada por el alza en los precios.  Cada pueblo debía almacenar lo que necesitaba en seis meses para satisfacer sus propias necesidades, nombrando a alguien encargado de la actividad, que saque un provecho particular, pero que permita que la República toda también pueda gozar de los beneficios.  Además que proponía el uso eficiente de las técnicas de agricultura y cultivo, dividiendo las parcelas adecuadas para el trigo, de las de habas.


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