El Pensamiento Económico de
Luis Ortiz
Luis Ortiz
se desempeñó como Contador y Consejero Real de Hacienda de Castilla durante el
reinado de Felipe II, publicó su obra en 1558: Memorial al Rey para que no
salgan dineros de España, fue la figura más destacada de todos los
analistas españoles del siglo XVI, tal vez el primer mercantilista y economista
político español. Su obra puede
estudiarse en torno a 4 principales tópicos:
Importancia del Trabajo de Manufactura sobre las Materias Primas,
Control de Mar Mediterráneo, Procurar la Baja de los Precios, Evitar el Alzamiento
de los Mercaderes y la Carestía de Pan.
Diagnóstica
la situación económica de España, proponiendo una novedosa y lúcida doctrina acerca
de la balanza de pagos. Explicaba que la debilidad económica
del Reino residía en su incapacidad para retener los metales preciosos
procedentes de América, motivado a la ausencia de sectores productivos
competentes localmente, lo cual obligaba a exportar materias primas (lana,
cueros, hierro, seda, etc.) y a importar manufacturas, de tal manera que los
metales huían y el país se empobrecía.
La
solución que proponía pasaba, en primer lugar, por prohibir o reducir
drásticamente las exportaciones de materia prima, y evitar o penalizar fuertemente
las importaciones de manufacturas.
Planteaba que era absolutamente necesario revalorizar el trabajo, creando
una cultura del trabajo en los ciudadanos, puesto que en la legislación y en la
mentalidad de los españoles los trabajos mecánicos o artesanales eran
rechazados por deshonrosos. Todo el mundo debía ponerse a trabajar y aprender
un oficio, pues esos constituían los verdaderos tesoros.
Analizó
los problemas monetarios de España y estudió soluciones para resolver las
situaciones creadas en el país a causa de la tendencia a exportar materias
primas e importar manufacturas pagadas con las reservas de oro americano. Entre
las principales medidas que proponía se hallaba la retirada de todo tipo de
ocio, la introducción de trabajo y la elaboración de productos manufacturados
en vez de exportar únicamente las materias primas, así como la supresión de las
aduanas existentes entre los diversos reinos hispanos, la desamortización de
los bienes de la iglesia y una reforma fiscal.
Del
déficit de la balanza no sólo eran responsables los excesos de las
importaciones sobre las exportaciones, sino determinadas partidas del
presupuesto del Estado: los intereses que se pagaban a los banqueros
extranjeros del rey, es decir, el endeudamiento crediticio con el exterior, las
sumas remitidas a la Iglesia de Roma en concepto de impuestos eclesiásticos,
los monopolios que la Hacienda Real había cedido a extranjeros, por consiguiente,
era obligado disminuir cualquiera de estos gastos.
Además de
las medidas anteriores, proponía fomentar la producción interior, la riqueza
agrícola y forestal, reforestación de los montes por una parte; y por la otra, la mejora de los canales y
vías navegables fluviales para facilitar y abaratar el comercio interior dentro
el Reino.
A juicio
de Ortiz, el mantenimiento y la retención de metales preciosos que se
conseguiría con esas medidas, pudiese evitar el aumento de los precios. Explicaba además, que entre las causas de la
revolución de los precios se encontraban: las excesivas reexportaciones a
Indias de productos manufacturados, la especulación con la escasez de las
oligarquías urbanas y la deficiente organización (sistema de transportes,
proliferación de aduanas interiores y política fiscal hostil a los
intercambios) del comercio español.
Sus
recetas para remediar estos males además incluyen reforma de la marina de
guerra para proteger el comercio exterior, reforma de la moneda y el sistema
impositivo, y creación de un tesoro de guerra.
Propuso
aumentar la productividad, fomentar
el crecimiento demográfico, extender
los regadíos e iniciar
una repoblación forestal. Fue
consciente del problema derivado de las remesas de oro y plata que llegaban de
América y propuso restringir la expansión monetaria y desincentivar el consumo.
Consideraba que para lograr el descenso de los precios, debía conservarse el
oro en Castilla .
Para que no se alcen los
Mercaderes, proponía que los cambios y personas que se alzaren con haciendas
ajenas, además de ser condenadas por las penas previstas para las faltas en que
incurrían, queden tan inhabilitados como los condenados por la Santa
Inquisición, con prohibición de vestir de seda y andar a caballo, tanto el
penado como sus familiares, y con posibilidad de gozar a futuro de cualquier
honra.
Con esta medida pretendía que
ninguno se aproveche más de lo que buenamente pudiere y que todos se preparen en artes y oficios,
empleándose en cosas provechosas a la república y no en las actividades que
para el momento ejecutaban y que tanto daño causaban.
Con
respecto a la carestía del pan,
que causa hambruna y otros trabajos innumerables, pues es el principal
mantenimiento de la vida humana, proponía que se almacenara el trigo para los
momentos de abundancia por parte de la República, de modo que en tiempos de
escasez no se viera la población afectada por el alza en los precios. Cada pueblo debía almacenar lo que necesitaba
en seis meses para satisfacer sus propias necesidades, nombrando a alguien
encargado de la actividad, que saque un provecho particular, pero que permita
que la República toda también pueda gozar de los beneficios. Además que proponía el uso eficiente de las
técnicas de agricultura y cultivo, dividiendo las parcelas adecuadas para el
trigo, de las de habas.
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