La Democracia, un análisis histórico y conceptual
En cuanto al concepto de Democracia y su comparación
con otros sistemas de Gobierno, podemos remontar el origen del término a la
forma de gobierno que se utilizaba en Atenas y otras ciudades de Grecia a
partir del siglo V a.C. También destaca en su origen la gran importancia del
movimiento revolucionario del cristianismo, que buscaba desaparecer las
supuestas diferencias naturales entre hombres libres y esclavos, defendiendo el
ideal de igualdad de los hombres ante Dios, sin distinción alguna. La
democracia puede ser definida a partir de la clasificación clásica de las
formas de gobierno realizada en un principio por Platón, y luego por
Aristóteles, en tres formas básicas de gobierno:
· Monarquía,
que viene a ser el gobierno de uno;
· Aristocracia,
para Platón el “gobierno de los mejores”, para Aristóteles “el gobierno de los
menos”;
· Finalmente,
la Democracia, para Platón “el gobierno de la multitud” y para Aristóteles “el
gobierno de la mayoría”.
Sin embargo, desde mucho antes de las grandes
sistematizaciones históricas elaboradas en el siglo IV AC por Platón y
Aristóteles, se puede decir que los griegos tenían una reflexión bien avanzada
sobre los asuntos de la política, pues Heródoto en el Libro III de sus Historias describe un episodio
imaginario en el siglo VI AC en Persia, a la muerte del rey Cambises, y que reseñó
en el siglo V AC.
En dicho episodio se da una discusión entre tres
personajes persas, Otanes, Megabyzo y Darío, en donde cada uno argumenta en
favor de cada una de las formas de gobierno que serían factibles para la
ciudad. En ese sentido Otanes propone
entregar el poder al pueblo, pues es injusto y ya se había pasado por la
experiencia de las insolencias de Cambises, en cambio el gobierno del pueblo
lleva en primer lugar el más bello de los nombres, isonomía (igualdad de
derechos políticos); y en segundo lugar, nada hace de aquellas cosas que un
monarca hace. Pues por sorteo se ejercen
los cargos públicos, los magistrados son obligados a rendir cuentas del
ejercicio del poder, toda decisión es sometida al voto popular. Al rechazar la monarquía se da el poder al
pueblo, pues todo es posible para el mayor número.
En cambio para Megabyzo, conferir el poder al pueblo
significaba algo obtuso, pues no había nada más prepotente que una multitud
inepta, y que no hay nada más insolente que un irresponsable populacho, pues
son incapaces de darse cuenta de sus acciones, pues solo son capaces de tal
acción los que han sido instruidos, por lo cual este personaje se inclinaba por
la Aristocracia.
Finalmente, para Darío, quien se pronunciaba en
favor de la Monarquía, opinaba que cuando el pueblo gobierna, es imposible que
no se origine la corrupción en la esfera pública, pues ella no genera
enemistades, sino sólidas amistades entre los malvados: los que actúan contra
el bien común lo hacen conspirando.
Luego, volviendo a Platón (428-347 AC), en varias de
sus obras se describen las diversas formas de
constitución, especialmente en tres de sus diálogos, la República, el Político
y las Leyes. Normalmente se entiende que
a cada forma de gobierno bueno, sucede un gobierno malo por degeneración de sus
instituciones, pero para Platón, el ciclo comienza con una Aristocracia como
forma de gobierno bueno, a la cual constantemente van sobreponiéndose formas
cada vez más degeneradas de gobierno, en este orden, la timocracia, la
oligarquía, la democracia y la tiranía, finalmente debe entonces aparecer un
gobierno bueno, que para Platón es indiferente si se trata de una Monarquía o
una Aristocracia.
En la forma platónica la sucesión es solamente
descendente, pero tradicionalmente se entiende un movimiento ascendente y
descendente como lo plantea Aristóteles, quien pensaba que a la monarquía
sucedía la tiranía, luego se sobreponía la aristocracia, degenerando en
oligarquía, y venía la politeia como forma buena del gobierno del pueblo, la
cual terminaba degenerando en democracia (para él era la forma mala del
gobierno del pueblo). Sin embargo,
cuando intentaba describir cuál era la peor forma de gobierno, el orden era
este monarquía, aristocracia, politeia, democracia, oligarquía y tiranía.
Para Polibio, existen como formas buenas de
gobierno, la monarquía, la aristocracia y la democracia (para Aristóteles la
Democracia tiene connotación negativa), y como formas malas la tiranía, la
oligarquía y la oclocracia.
Ahora bien, pasando de este recorrido histórico a
concepciones un poco más modernas, tenemos que la fuente de inspiración fue la
Democracia Ateniense para consolidarse en Estados Unidos y Francia a través de
sus Revoluciones. Pero obviamente hay un
gran problema, Atenas era una pequeña ciudad con ámbito territorial limitado,
con una población escasa y homogénea, que permitía fácilmente que los
ciudadanos atenienses se reunieran en el ágora a deliberar y tomar allí las
decisiones sobre las cuestiones que afectaran a la comunidad. Además estaban excluidos tanto mujeres como
esclavos de las deliberaciones.
Trasladar ese sistema a naciones grandes y
complejas, que ocupan áreas geográficas extensas, integradas por grupos que son
étnica, religiosa y culturalmente diferentes, con diversos niveles de educación
y poder económico, constituye de por sí, el primero de los problemas prácticos
para la realización de la Democracia, y para resolverlo se buscó interpretar la
voluntad colectiva a través de los mecanismos del sufragio. Así que siendo la
Democracia Directa imposible, lo que queda es conformarse con la Democracia
Representativa.
En la actualidad, la Real Academia Española define
la Democracia como “Forma de gobierno en la que el poder político es ejercido
por los ciudadanos” y “Doctrina política según la cual la soberanía reside en
el pueblo, que ejerce el poder directamente o por medio de representantes”.
Entendemos entonces que la democracia es un sistema que permite a un conjunto
de individuos organizarse, y en el cual, el poder no radica en una sola persona
sino que se distribuye entre todos los ciudadanos. Por ende, las decisiones se toman
según la opinión de la mayoría. Igualmente en la actualidad, la democracia se
asocia al respeto a la dignidad humana, a la libertad y a los derechos de todos
y cada uno de los miembros de una sociedad.
Se reconocen diferentes tipos de democracia en la
actualidad:
· Se
habla de democracia directa o pura, cuando las decisiones son adoptadas en
forma directa por el pueblo;
· La
democracia indirecta o representativa se refiere al sistema donde las
decisiones son tomadas por aquellas personas a los que el pueblo reconoce como
sus representantes legítimos, los cuales son elegidos a través de un sufragio
por todos o por buena parte de los ciudadanos;
· Finalmente,
hablamos de una democracia participativa cuando el modelo político permite que
los ciudadanos se organicen para ejercer influencia directa sobre las
decisiones públicas.
La democracia participativa, viene a implicar una participación
ciudadana mayor que en la democracia representativa, pero menor que en la
democracia directa. No obstante, la naturaleza híbrida de la democracia
participativa hace que también se la denomine como Democracia Semidirecta, pues
esta, más que constituir un sistema en sí mismo, se puede comprender como
práctica complementaria de la democracia representativa para reforzar la
participación ciudadana.
Según algunos especialistas hablar de “democracia
participativa”, es algo redundante, pues el significado de democracia es
"gobierno del pueblo", lo cual de por sí, ya implica ser
participativa. Por lo cual, el termino de democracia participativa normalmente
se utiliza para definir el tipo de democracia donde la participación del pueblo
es más activa que en la democracia representativa, donde el pueblo normalmente
incide en la toma de decisiones sólo cuando elige a sus gobernantes. Es por
ello que la democracia participativa asume como uno de sus objetivos que el
ciudadano no limite su papel dentro del sistema democrático sólo al ejercicio
del sufragio, sino que asuma un rol protagónico y activo dentro de la política,
tanto a nivel comunitario, como regional y nacional. Hablamos entonces de
democracia participativa cuando se aplica un modelo político que facilita a los
ciudadanos su capacidad de asociación y organización, de tal modo que pueden
ejercer una influencia directa en las decisiones públicas de los gobernantes o
cuando se facilita a dichos ciudadanos amplios mecanismos plebiscitarios consultivos.
Es decir, se manifiesta usualmente por
medio de referendos o plebiscitos a los cuales los ciudadanos someten a los
representantes gubernamentales, también a través de las iniciativas de la misma
ciudadanía, presentando proyectos, leyes, entre otros mecanismos a sus
representantes.
Uno de los primeros en sustentar la idea de una
democracia directa viene a ser Jean-Jacques Rousseau en su «Contrato Social».
Él lo definía como “aquel régimen político en que la adopción de decisiones de
interés general para la comunidad corresponde a la totalidad de los ciudadanos,
que se pronuncian respecto de ellas de modo personal e individualizado, esto
es, el clásico ideal del autogobierno”. Rousseau en contra de la democracia
representativa, sostenía que “desde que un pueblo delega su soberanía en
representantes, pierde libertad y soberanía”. Por lo tanto, para dicho autor se
debía rechazar contundentemente el principio que sirve de fundamento al sistema
representativo, ya que la voluntad general es por sí misma inalienable y, por
consiguiente, es incapaz de ser ejercida por medio de representantes. Más bien,
el principio democrático señala que todos los ciudadanos deben participar de
manera directa y personal en la elaboración de las leyes a las cuales aceptan
someterse.
Rousseau llegó a afirmar que “el pueblo inglés cree
ser libre pero se engaña: lo es sólo durante la elección de los diputados,
volviendo luego a la esclavitud, a la nada”. Viene a ser la Revolución
Francesa, donde se plantea un primer intento de síntesis entre la democracia
directa y un sistema representativo. Como afirman los autores franceses Moderne
y Bon: “Se puede afirmar que la idea misma de Constitución permite la expresión
de la voluntad popular, materializa el principio de soberanía popular y hace
posible que los órganos constitucionales, en primer lugar el Parlamento electo,
aseguren una representación correcta del pueblo”. Es entonces a partir de la
experiencia de la Revolución Francesa que se aceptó, la necesidad y la utilidad
de una adecuada combinación de la tesis rousseauniana de la democracia directa
con el sistema representativo.
Hoy día es casi totalmente aceptado que la forma de
gobierno directa es técnicamente impracticable, tanto por la extensión
territorial y la densidad de la población de los Estados modernos, como por la
complejidad de la vida moderna, haciendo necesario que los órganos estatales
tomen decisiones rápidas y altamente tecnificadas, las cuales no pueden estar
siendo constantemente sometidas a la
deliberación y aprobación de todos los ciudadanos. Por esas y otras razones es
que todos los Estados modernos, sin excepción, se han organizado políticamente
bajo el principio representativo.
Sin embargo, las formas de participación directa
comenzaron paralelamente a ser tomadas en cuenta. Quienes se oponen a la
introducción de los institutos de democracia semidirecta justifican su posición
en que éstas responden a una lógica distinta a la del moderno Estado de
Derecho. Una de estas figuras viene a ser la del Referendo, que somete al orden
político de manera inmediata y constante a una voluntad política cambiante de
la ciudadanía. Este mecanismo recibe innumerables críticas, por parte de los
defensores de la democracia representativa por la innegable facilidad de
manipulación que puede tener desde el poder establecido, como lo demuestra la
experiencia latinoamericana y la experiencia fascista en Italia. Se acusa, que
el referendo se termina convirtiendo en un plebiscito, el cual está
exclusivamente destinado a ratificar políticamente en el poder a ciertos
gobiernos de facto o las decisiones del gobierno de turno. No obstante, los
argumentos de los defensores de la democracia participativa para sostener la
existencia del referendo, es que, si el gobierno representativo es un modelo
irremplazable, los instrumentos de democracia semidirecta complementan los
mecanismos representativos y les otorgan, además, una legitimidad democrática
adicional.
Durante el siglo XIX, en el cual prevaleció el
constitucionalismo de corte liberal, se otorgó más confianza a los
representantes y por lo tanto a la capacidad de los mismos en el ejercicio
directo del poder sin mayores condiciones. El juego político quedó
prácticamente monopolizado por los partidos políticos a través de los
Parlamentos. Por lo tanto, se debió esperar al constitucionalismo de
entreguerras para que se incorporara definitivamente la figura del referendo
como fórmula de participación directa de la ciudadanía en las decisiones más
importantes, a fin de superar las deficiencias que habían puesto en crisis el
sistema parlamentario en varios países europeos, como la República Alemana de
Weimar, Checoslovaquia y España.
Luego de finalizada la II Guerra Mundial, Bélgica,
Francia e Italia adoptaron la consulta popular directa de tipo refrendaria. A
partir de finales de la década de los años sesenta se produce un verdadero
brote de los institutos de democracia semidirecta o participativa en Europa, de
forma tal que fueron numerosos los ordenamientos jurídicos que los incorporaron
en su seno. Incluso Inglaterra, país tradicionalmente reacio a la celebración
de votaciones populares, organizó varios referendos a partir de 1975. Hoy día,
en Alemania, Bulgaria, Dinamarca, España, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda,
Italia, Luxemburgo, Portugal, Suecia, Suiza, entre otros, se han incorporado
las instituciones refrendarías en sus textos constitucionales.
En América, Estados Unidos presenta varios
mecanismos de consulta popular refrendaria a nivel estadal. En América Latina,
por su parte, existen prácticamente en todos los países con la excepción de
Bolivia, Honduras, México y República Dominicana. En Asia, dicha figura se
encuentra presente en Japón y en Oceanía, lo presenta Australia. Finalmente, en
África se pueden exhibir los casos de Costa de Marfil, Gabón, Marruecos,
Namibia y Senegal.
La participación viene a ser el elemento más
destacado dentro de la democracia participativa o semidirecta, entendemos
entonces que dicho aspecto no ha de limitarse, a que las autoridades locales y
otros organismos públicos informen a la población de sus actividades y
decisiones o inviten a los ciudadanos a presenciar sus debates, sino que
implica escuchar a la población en la formulación de sus propios problemas y en
la búsqueda de oportunidades y mejoras. Además, es indispensable
proporcionarles los medios para dirigir distintas acciones, ya sean políticas,
sociales o económicas con propósitos de cambio. La democracia semidirecta
destaca ciertas formas de participación, como; principalmente, la Participación
en la Toma de Decisiones, mediante procesos de elección de quiénes serán los
integrantes de los órganos de Gobierno, sino también, mediante espacios
institucionalmente abiertos para consultas sobre los contenidos de las
políticas y programas de gobierno. La Participación en la Ejecución de
Decisiones, desconcentrando y descentralizando la gestión política, permitiendo
así, una participación más activa de la ciudadanía. La Participación en el
Control de la Ejecución, estableciendo mecanismos que permitan verificar el
desarrollo de los procesos, ya sea para apoyarlos, corregirlos, mejorarlos o
incluso rechazarlos. La Participación en los Beneficios, permitiéndole a la
población aportar su perspectiva para el desarrollo integral de sus
comunidades, municipios, estados o nación.
Actualmente, la democracia participativa no sólo se
manifiesta mediante mecanismos refrendarios o la participación de la población
en debates, mucho menos en el sufragio universal y directo, sino que se expresa
por medio de diversos mecanismos, como presupuestos participativos, consejos
vecinales o diversas consultas populares. Una etapa más avanzada de la
democracia participativa, es la creación de mecanismos de deliberaciones
mediante los cuales la ciudadanía, con su propia participación, está habilitada
para expresarse por igual con puntos de vista ya sean mayoritarios o
minoritarios. Aunque todo sistema democrático ha de apoyarse en decisiones
mayoritarias, los mecanismos o instituciones participativas tienen el propósito
de manifestar el pleno respeto a las minorías, sus opiniones y una amplia
manifestación a través de un mecanismo participativo e institucionalizado.
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