lunes, 1 de febrero de 2016

De una República Aérea a una Economía Aérea

De una República Aérea a una Economía Aérea

Cuando Bolívar llegó a Nueva Granada procedente de Curazao, se dirigió a los ciudadanos Neogranadinos en su célebre “Manifiesto de Cartagena” del 15 de diciembre de 1812, para exponer sus puntos de vista de las razones por las cuales se perdió nuestra I República, advirtiéndonos que la misma fue formada, por ciertos buenos visionarios que imaginando “repúblicas aéreas”, procuraron alcanzar la perfección política presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano.

Obviamente, salvando las distancias que separan a nuestro Libertador con quien les escribe, quiero hacer un paralelismo de sus ideas para la época, con nuestra actual coyuntura de crisis social, política, educacional, cultural y en particular económica, partiendo de un grave problema estructural que padecemos, nuestra sistema económico está basado en una “economía aérea, totalmente disfuncional, muy similar a la “República Aérea” a la que él se refirió y que desencadenó en la pérdida de nuestra primera República.  Hoy en día, a causa de nuestra “Economía Aérea”, será bien posible que nuestros sueños de una economía diversificada, exportadora y no dependiente del rentismo petrolero, se estrellen contra una pared representada en la realidad del mercado internacional, pues de manera arrogante los venezolanos presuponemos la perfectibilidad de nuestras potencialidades como Nación, considerando la inmensidad de recursos naturales que nuestro suelo nos ha proporcionado, sin tomar en cuenta que una Economía para el Desarrollo amerita la confluencia de otros tres elementos, como son enormes inversiones de capital, una mano de obra bien calificada y los avances tecnológicos que permitan hacer que la industria minimice costos y maximice los beneficios.

Para algunos estudiosos, la Historia es el análisis del pasado, para comprender el presente y tratar de predecir el futuro, y no podemos tener claridad de nuestro presente, si seguimos creyendo que las causas de nuestros actuales malestares se deben a la injerencia de factores externos, pues nuestro problema económico desde mi óptica redunda en malas decisiones políticas que se fueron tomando desde aproximadamente la mitad del período conocido como IV República y que se acentuaron en la V, que dieron como consecuencia que esos cuatro elementos a los que me referí precedentemente fueran influenciados de manera profundamente negativa, pues se han fugado capitales existentes, se ahuyentan nuevos, el sistema educativo no ha sabido capacitar la mano de obra que se requiere para insertarnos en una economía competitiva, los pocos ingresos que obtenemos producto de la inmensidad de recursos naturales se ha despilfarrado en gasto sin permitir la inversión productiva, y producto de la consolidación en los mercados internos, los oferentes no se preocupan en invertir en tecnología para incrementar la eficiencia, pues con el gasto inicial ya tienen asegurados sus ingresos por un buen tiempo ante la falta de competencia.  

Nuestro subdesarrollo como sociedad se debe más a razones políticas que económicas, pues los encargados de dirigir los destinos de nuestra Nación han sido incapaces de materializar y hacer sostenible en el tiempo un Proyecto Nacional que incorpore a los diversos sectores de la sociedad en el compromiso de convertir a nuestro país en una Potencia, producto de la irresponsable aplicación de erradas políticas económicas, que han convertido a toda una sociedad dependiente del Capitalismo de Estado imperante y que desde hace años se disfrazaba de Social Democracia y ahora de Socialismo cuasi Comunista.

No es solo calificar adecuadamente a la masa trabajadora, hay otro elemento psicológico muy importante, ya que los venezolanos tenemos un grave problema cultural en el cual se debe trabajar, debemos darle el verdadero valor que el trabajo honesto y formal se merece, el del logro de metas a largo plazo, el dejar de querer dinero fácil sin importar si se comete alguna falta o incluso un delito.  Es imprescindible que a través de la incorporación de materias a lo largo de todo el pensum educativo como formación moral y ciudadana, ética, valores, etc., combinado con un aporte en los medios de comunicación social, se trate de cambiar dichos elementos tan negativos de nuestra cultura.

Por otro lado, pensemos solo por un momento a lo que pudiésemos llegar, si más personas estuviesen dedicadas a la generación de divisas, pues apenas un 0,5% de la población, representado en los 147.000 trabajadores de la industria petrolera, genera el 97% de las divisas que ingresan a nuestro erario público.  Si buena parte del otro 99,5% de la población orientara sus esfuerzos en actividades de las que a nivel mundial influyen en el crecimiento del PIB de las naciones, como el sector agrícola, el sector industrial y el financiero nuestro futuro pudiese ser diferente, al que seguiríamos condenados de seguir por el camino errado.

Nuestra diversificación de la economía empieza porque el Estado asuma su rol de promotor y fomento de esos tres sectores, el financiero representado por la banca, los seguros y el mercado de valores; la agricultura, de tipo industrial no conuquera ni urbana; y el industrial, administrada por particulares que garanticen indicadores de Eficiencia, Rendimiento y Rentabilidad sobre los Activos y el Patrimonio, y no en manos de un Estado con un control ineficiente sobre sus actividades, que hace que esas industrias básicas y de carácter “estratégico” se sostengan con aportes del presupuesto nacional que pudiesen estar destinados a otras necesidades de la población de mayor importancia.

Ahora bien, para tratar de entender las causas de nuestros problemas, encontramos que es precisamente a raíz de la reivindicación de los derechos laborales en la década de los setentas, que se da el comienzo de nuestros males económicos contemporáneos, cuando se promulgaron las leyes laborales de obligatorio cumplimiento en todo el territorio nacional, considerando como referente los beneficios que solo una industria tan de bajos costos y altos beneficios como la industria petrolera podía pagar, es decir, se trasladaron a empresas improductivas los costos que solo una empresa tan productiva como Pdvsa podía asumir. De esta manera comenzó nuestro vía crucis inflacionario, el cual tiende a aumentar cada día nuestras penurias, si no tomamos plena conciencia de ello, especialmente los políticos, a los cuales les fascina aplicar medidas demagógicas y paternalistas sin evaluar las consecuencias de su acción.

No es coincidencia que los países con una legislación laboral de “avanzada” sean los que padecen del mal de detentar los niveles de inflación más elevados del mundo, tal como se acentuó en Venezuela a partir del 2012 con la promulgación de Ley del Trabajo más “moderna” que hemos tenido hasta ahora.

Los efectos de tan “maravillosas” reivindicaciones laborales hace que nuestra economía siga siendo aérea, solamente funcional para nuestro país, con los salarios reales de los trabajadores formales totalmente depreciados, y con una inmensa cantidad de trabajadores informales con un nivel de ingreso muy superior, que por encontrarse en esa situación de informalidad tienen mayores ingresos, pero padeciendo el estar al margen de la seguridad social, la contribución de impuestos y la generación de bienes y servicios.

Son precisamente los que no están amparados por las leyes laborales, ni protegidos sindicalmente, quienes tienen mejores ingresos, pues cobran sumas mucho más elevadas por sus servicios, tal es el caso de las damas que prestan servicio doméstico, los comerciantes informales que conocemos como buhoneros, y la nueva economía paralela que ha surgido producto de las distorsiones económicas, representada en bachaqueros y hacedores de cola.

La falacia de la composición estudiada por los economistas, explica perfectamente lo antes detallado, la cual se define como la concepción errónea de que lo que es cierto en el caso de una de las partes, también es necesariamente cierto en el caso del todo.  Es por ello que una pequeña parte de los trabajadores del sector formal beneficiados con las leyes laborales venezolanas, generan que la economía venezolana considerada como un todo, se vea afectada en su conjunto, originando como les expongo acá, el efecto de ser una economía aérea, la cual no guarda relación, ni es capaz de interactuar con las economías de otras naciones en igualdad de condiciones.


Tenemos la oportunidad única de cambiar antes de que nuestra sociedad termine de tocar fondo y no es simplemente cambiar de titulares de gobierno, son cambios estructurales a los que me refiero, y me permito citar al historiador inglés Arnold Toynbee, quien sostenía que la razón del progreso de las civilizaciones se debe a la concurrencia de dos hechos: uno, a un reto muchas veces de carácter negativo, que incita a una respuesta positiva y que una minoría selecta tome para sí una acción creadora, y que luego, por el mimetismo de su conducta,  transmita a las grandes masas la solución al reto de transformación.   Es el momento que las apenas 300 personas que gobiernan a Venezuela, entre Presidente y Gabinete Ejecutivo, Magistrados del TSJ, Diputados y titulares de los otros dos Poderes Públicos, entiendan que el momento de cambiar es ya, y que el futuro de 30 millones de venezolanos depende de las decisiones que hoy tomen.  Ojalá el Pueblo pueda tener la suficiente conciencia de escoger entre los mejores, a esa minoría selecta de 300, que dirigirán el rumbo de la gran masa que ya no quiere más esperanzas ni sueños sino respuestas concretas a sus necesidades, y que sólo se podrá lograr con cambios profundos y estructurales a nuestra lamentable “economía aérea”. 

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